martes, 17 de marzo de 2009

Alimentarse

11:45

Ayer escribí este pequeño relato para Delirios de Cordura, pero me gusta mucho como me ha quedado y he decidido colgarlo aquí también.

Espero que os de la misma sensación que a mi, o por lo menos eso he intentado


No sé qué parte era la que más me gustaba.

Acechar: Sin duda era excitante. Seguir a mi víctima, conocerla, diferenciar el olor entre una multitud y dejarse llevar por él. Ser visto, gustarle, llamar su atención, que sea ella quien venga hacia ti o simplemente, asustarla hasta terminar en un sucio callejón oscuro. Esto último no es mi estilo, pero a veces el hambre es insoportable y mi caballerosidad se desvanece.


El contacto: Darse a conocer, hablar con ella, gustarle y evocar en ella pensamientos incontrolados de deseo. Sentir la euforia de su sangre, los latidos de su corazón, ver el cristalino sudor que cae en redondas gotas por su cuello, sentir su aliento cuando me habla y sus suaves insinuaciones que a veces ignoro para que el momento sea más largo. Adoro ver su sonrisa, escuchar sus palabra, sentir cada uno de sus gestos, ver su cuerpo. Todo será mío en pocos instantes, todo me será entregado.

La soledad: Ya no se reprime, cree que ha conseguido lo que deseaba. Me cree suyo y yo me dejo llevar. Sus besos, sus caricias o su charla animada me hacen sentir bien. Su emoción puede desbordarme, hacerme perder el control y es demasiado pronto, no lo he degustado lo suficiente. Elijo la zona, el cuello es demasiado típico y hay partes mucho más deseables, mucho más apetecibles y en cada víctima es diferente. Es hora de dejarme llevar, de seguir sus juegos, las cartas están echadas.

El beso: Su excitación se me contagia. Ya no tengo porque reprimirme. Siento su olor y los latidos de su corazón tan cercanos que me volvería loco. Beso la zona elegida y acto seguido desgarro la piel. La sangre brota, ella jadea y yo bebo. Todo cambia, sus pensamientos, sus recuerdos vienen a mí y me deleito con nada uno de ellos. Un grito, el placer se desborda, no hay nada tan íntimo, pero ya queda poco, su corazón bombea lento y pesado. Si continuo morirá. Me gustaría continuar, pero deshacerse del cadáver es odioso. Paro y con mi propia sangre cierro la herida.

Adiós: Yo estoy repleto, ella en un delicioso sopor. Su olor se mezcla con el mío o es el mío el que se mezcla con el suyo. Sus cabellos están revueltos al igual que su ropa. La beso.” Adiós amor mío, tal vez vuelva otro día a por ti”. Mañana solo tendrá un vago recuerdo de una noche de sexo loco. Me recordará, pero no como lo que soy sino como el amante del que le costó recuperarse.

La bestia: Me miro en un espejo antes de irme. De una de las comisuras de mis labios cae el clásico hilillo de sangre. Roja, brillante, espesa, deliciosa. La recojo con uno de mis dedos, pero no la desperdicio, es demasiado preciada. Vuelvo a mirarme, ahora parezco humano, ahora parezco aún más perfecto.

Yo sé que soy la bestia perfecta, un perfecto vampiro en busca de una nueva víctima.

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